–¡Mami! ¡Mami! ¡Mami! –el griterío la
obligó a calmar los ánimos de los pequeños. Era una llamada del padre y
acababan de coger el teléfono en aquel instante.
–Papi va a venir la semana que viene,
¡yupi! –anunció Manu.
–¡Mami!, ¡mami! –reclamó Pablo–, dice que
vamos a cenar todos juntos cuando venga. ¡Qué chachi!, ¿a que estás contenta?
–Sí, mucho.
Los niños alborotaban, locos de contento
por ver de nuevo a su padre, algo a lo que Marcy no terminaba de acostumbrarse.
Se había quedado algo desconcertada por la
convocatoria, pero ya era un hecho aquella tan anunciada cena. Los críos se
turnaron al teléfono varias veces, hasta que Manu le tendió el aparato.
–Papi quiere que te pongas.
Hacía un tiempo que procuraba cruzar apenas
dos palabras con él al teléfono.
–¿Marcy? ¡Hola! Estoy llamando a la gente
para el sábado a las ocho de la tarde en el restaurante de Pancho. Cuento
contigo, ¿sabes? Iremos todos, con los niños en plan familiar, también llamé a
García.
–Sí, sí, veré si lo puedo arreglar –respondió
indecisa.
Colgó el teléfono y quedó un rato
pensativa, no había considerado que fuera en serio aquella propuesta. Los tres
antiguos socios de nuevo juntos, y en aquellas circunstancias.
Hacía mucho tiempo que no celebraban una de
aquellas cenas tan habituales en otros tiempos.
Al día siguiente, con aquella disculpa,
llamó desde su despacho a García, a su oficina de la compañía, también a él le
había llamado Manele para invitarle. Marcy sabía hasta qué punto la situación
podía ser incómoda para el contable.
Le pidió comer con él en el restaurante del
Zeol Center a la hora de salida del trabajo, que tenía algo que decirle.
Llevó a cabo su tarea, con su habitual
concentración, y al acercarse la hora se marchó, con antelación, para llegar
puntual a su cita. Justo cuando salía por la puerta giratoria del Trass
Building se tropezó con el gerente, que la saludó con talante sombrío, poco
habitual en él. “¡Mierda!, me ha pillado, ¡para una vez que lo hago!”.
Atravesó las pocas manzanas que separaban
ambos edificios y entró en la mole del Zeol en dirección al restaurante que se
encontraba en la planta baja. García hablaba con unos compañeros, pero en
cuanto la vio le hizo una seña y se sentaron en una mesa del fondo.
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