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lunes, 10 de febrero de 2014

Marcy (133)


Ella no tenía mucho apetito y sólo pidió un pequeño bocado de jamón y una bebida, él tomó su menú habitual de cada día.
Marcy le recordó alguna anécdota del fin de semana en el balneario, para romper el hielo. Después él le dijo que le había sorprendido la invitación de Manele, que no sabía si se atrevería a ir.
Marcy no pudo más con su secreto y se sinceró con García.
–Yo ya sé que Román te tiene bien pillado, no tienes porqué disimular conmigo.
El otro levantó la vista hacia la cara de ella mientras Marcy continuaba.
–A mí también me tiene igual ¿ah?, no te creas que me he librado.
–¿Cómo?
–Cuando me enteré de que Manele se había liado con la pareja de Román pues yo me apoyé en él y pasé un tiempo loco, un desfase total, y ahora me preocupa haber cometido algún fallo gordo por firmar algunos documentos, ya lo sabes, tú los has visto.
–Sí, es que ese Román es capaz de todo. Desde hace tiempo me dejaba dinero, cuando lo necesitaba para lo de mi padre, y ahora me ofreció una pasta y tuve que transigir. Es que le tengo hasta miedo.
Se interrumpió un momento, parecía pensar en voz alta.
–Ahora lo malo va a ser cuando Manele se entere del desvío de su dinero, me va a partir la cara.
–Pues mejor no digas nada –le aconsejó Marcy.
–En fin, en cuanto a lo que te interesa a ti –continuó él–, en efecto, sí que tienes algo de motivo para preocuparte, porque toda esta gente siempre busca a algún figurante para sus cuentas secretas, para que no les pillen a ellos con la pasta.
Marcy seguía sus palabras con inquietud.
–Una de las últimas operaciones es a nivel de ministros de La Unión. Algunos ya están detenidos y todo, por quedarse con un porcentaje sustancioso de fondos públicos destinados a mantenimiento de centros oficiales. Román está metido en eso también, todos lo sabemos. Siempre necesitan gente anónima para que figure como titular de las cuentas off shore.
Marcy no podía creer lo que estaba oyendo.
–Si quieres –continuó él–, puedo ver qué clase de cuentas son las que figuran a tu nombre. Manele no es que me preocupe mucho, pero al Román, a ese sí le tengo miedo; se sabe que es un Totale, como su padre, y con esa gente no se puede, si te enfrentas te pueden dar una paliza o algo peor.
Los dos tenían pánico al arquitecto.
–Yo también necesito tu ayuda. He sido una loca tratando con ese tío.
–Haré lo que pueda; en cuanto sepa algo, te lo digo.
–Bueno, pues ya nos vemos el sábado.
Estaban ya los camareros terminando de recoger los restos depositados sobre las mesas mientras ellos se abstraían en su conversación.
Dejó a García, aun sentado a la mesa terminando su postre.
Marcy se dio cuenta en aquel momento de que ya no había vuelta atrás y que debía llegar al fondo de aquel asunto.
Ese día, cuando recogió a sus hijos del colegio, los estrechó entre sus brazos como si fueran a arrebatárselos o como si fueran su única y segura tabla de salvación.
Cómo se arrepentía de, en el pasado, por su inconsciencia, haber podido causar algún daño a sus pequeños, que eran su razón de vivir.





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