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lunes, 17 de febrero de 2014

Marcy (134)


Unos días más tarde, a su llegada al trabajo, como era lo habitual cada jornada, la alarmó el semblante serio de sus compañeros de equipo. Sobre su mesa una nota le indicaba que el gerente la esperaba. No le pareció buen augurio. Cogió su cartera de trabajo y subió al despacho del mandamás.
La secretaria, sentada en su oficina en la antesala, vestida con un riguroso traje azul marino y peinada al estilo anticuado, cargada de laca, la ordenó esperar señalándole una silla. Permaneció allí por espacio de más de una hora, cuando vio salir del despacho a Nacho, que apenas desvió su mirada hacia ella, desapareciendo en el ascensor.
El gerente pronunció su nombre en voz bien alta sin levantarse de su sillón. Ella entró en la pieza y él le ordenó cerrar la puerta.
–No tengo buenas noticias para usted –le dijo sin más.
Ella quedó de pie, delante de él, como sucede cuando el colegial díscolo es llamado para ser reprendido.
Le había vuelto a colgar el usted y aquello no pintaba nada bien.
–Tenía puesta mi confianza en usted y me ha defraudado. Husmear en los papeles de otros empleados está muy mal visto en esta empresa, ¿por qué lo ha hecho?
–Yo no tenía ninguna mala intención, sólo que iba a poner un fax y vi esos papeles, nada más. Me llamaron la atención, sólo eso.
–Aquí ese tipo de cosas no nos gustan, Marcy. Usted tendrá que ver si está con Lank Corporate o contra Lank Corporate. Tiene que posicionarse.
–No sé qué me está queriendo decir –le dijo ella francamente, mirándole a la cara.
Él se levantó de su sillón y, esbozando un gesto de benevolencia, se acercó a ella.
–Podemos pensarlo, Marcy. Puede que esta casualidad sea buena para todos y usted nos vaya a ser de mucha ayuda en la compañía. Sé que su marido y el subdirector de la Duxa son además de compañeros, íntimos amigos.
–¿Me está sugiriendo que yo haga lo mismo que Nacho?, ¿que saque información de la Duxa para dársela a ustedes?
–Sería algo buenísimo para usted, Marcy, se lo aseguro –la miró a los ojos.
–Pues ese tipo de cosas no me gustan a mí, señor, no es para eso para lo que yo he ingresado en esta compañía.
–¿Es que usted no va a pringarse por nada ni por nadie? Veo difícil que se mantenga en Lank Corporate en estas condiciones.
–¿Me está echando usted? –ella le devolvió la mirada, dispuesta a escuchar cualquier cosa.
–Veamos, no se ponga así…
El tono condescendiente de él la estaba enervando.
–Piénselo bien, esta oportunidad que tiene no va a repetirse. Y si colabora yo le prometo que va a desarrollar con nosotros una gran carrera, tan buena como la de Nacho o aún mejor.
Ella miró al suelo, tan decepcionada, que las lágrimas de rabia pugnaban por saltársele de los ojos. El nudo en la garganta le impedía casi hablar.
–Creo que no logramos entendernos, señor –dijo con un hilo de voz.
–Me va usted a obligar a hacer lo que no quiero, Marcy.
Él habló con una determinación que no ofrecía dudas.
–Haga lo que tenga que hacer, porque yo no me presto a ese tipo de trabajo –dijo ella recuperando la calma.
–Es una verdadera pena, pero usted se lo ha buscado.
El gerente volvió a su sillón con rapidez y, mientras empuñaba el teléfono, la miró con furia contenida.
–Vaya con los de personal, que le van a preparar su liquidación. ¡Hasta otra!
Tocó un timbre rojo situado sobre su mesa y apareció la secretaria que le señaló a Marcy la puerta de salida.

Abandonó el Trass Center después de recoger sus cosas y despedirse de los compañeros, sola, desilusionada, tanto como cuando la había dejado su primer novio formal. Un viento helado le golpeó el rostro, y las hojas de los árboles tostadas, revoloteando por el suelo, le trajeron a la cabeza que el verano ya se estaba acabando, y se sintió paralizada, en medio del bullicio de los viandantes de la Milla de Oro de Greda.

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