Unos días más tarde, a su llegada al
trabajo, como era lo habitual cada jornada, la alarmó el semblante serio de sus
compañeros de equipo. Sobre su mesa una nota le indicaba que el gerente la
esperaba. No le pareció buen augurio. Cogió su cartera de trabajo y subió al
despacho del mandamás.
La secretaria, sentada en su oficina en la
antesala, vestida con un riguroso traje azul marino y peinada al estilo
anticuado, cargada de laca, la ordenó esperar señalándole una silla. Permaneció
allí por espacio de más de una hora, cuando vio salir del despacho a Nacho, que
apenas desvió su mirada hacia ella, desapareciendo en el ascensor.
El gerente pronunció su nombre en voz bien
alta sin levantarse de su sillón. Ella entró en la pieza y él le ordenó cerrar
la puerta.
–No tengo buenas noticias para usted –le
dijo sin más.
Ella quedó de pie, delante de él, como
sucede cuando el colegial díscolo es llamado para ser reprendido.
Le había vuelto a colgar el usted y aquello
no pintaba nada bien.
–Tenía puesta mi confianza en usted y me ha
defraudado. Husmear en los papeles de otros empleados está muy mal visto en
esta empresa, ¿por qué lo ha hecho?
–Yo no tenía ninguna mala intención, sólo
que iba a poner un fax y vi esos papeles, nada más. Me llamaron la atención,
sólo eso.
–Aquí ese tipo de cosas no nos gustan,
Marcy. Usted tendrá que ver si está con Lank Corporate o contra Lank Corporate.
Tiene que posicionarse.
–No sé qué me está queriendo decir –le dijo
ella francamente, mirándole a la cara.
Él se levantó de su sillón y, esbozando un
gesto de benevolencia, se acercó a ella.
–Podemos pensarlo, Marcy. Puede que esta
casualidad sea buena para todos y usted nos vaya a ser de mucha ayuda en la
compañía. Sé que su marido y el subdirector de la Duxa son además de
compañeros, íntimos amigos.
–¿Me está sugiriendo que yo haga lo mismo
que Nacho?, ¿que saque información de la Duxa para dársela a ustedes?
–Sería algo buenísimo para usted, Marcy, se
lo aseguro –la miró a los ojos.
–Pues ese tipo de cosas no me gustan a mí,
señor, no es para eso para lo que yo he ingresado en esta compañía.
–¿Es que usted no va a pringarse por nada
ni por nadie? Veo difícil que se mantenga en Lank Corporate en estas
condiciones.
–¿Me está echando usted? –ella le devolvió
la mirada, dispuesta a escuchar cualquier cosa.
–Veamos, no se ponga así…
El tono condescendiente de él la estaba
enervando.
–Piénselo bien, esta oportunidad que tiene
no va a repetirse. Y si colabora yo le prometo que va a desarrollar con
nosotros una gran carrera, tan buena como la de Nacho o aún mejor.
Ella miró al suelo, tan decepcionada, que
las lágrimas de rabia pugnaban por saltársele de los ojos. El nudo en la
garganta le impedía casi hablar.
–Creo que no logramos entendernos, señor
–dijo con un hilo de voz.
–Me va usted a obligar a hacer lo que no
quiero, Marcy.
Él habló con una determinación que no
ofrecía dudas.
–Haga lo que tenga que hacer, porque yo no
me presto a ese tipo de trabajo –dijo ella recuperando la calma.
–Es una verdadera pena, pero usted se lo ha
buscado.
El gerente volvió a su sillón con rapidez
y, mientras empuñaba el teléfono, la miró con furia contenida.
–Vaya con los de personal, que le van a
preparar su liquidación. ¡Hasta otra!
Tocó un timbre rojo situado sobre su mesa y
apareció la secretaria que le señaló a Marcy la puerta de salida.
Abandonó el Trass Center después de recoger
sus cosas y despedirse de los compañeros, sola, desilusionada, tanto como
cuando la había dejado su primer novio formal. Un viento helado le golpeó el
rostro, y las hojas de los árboles tostadas, revoloteando por el suelo, le
trajeron a la cabeza que el verano ya se estaba acabando, y se sintió
paralizada, en medio del bullicio de los viandantes de la Milla de Oro de
Greda.
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