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lunes, 3 de noviembre de 2014

Marcy (171)


Marcy observó que Manele estaba guapísimo, moreno, ataviado con su vaquero y su camisa blanca, sus cabellos ya lucían unas canas en las sienes que lo hacían aún más irresistible. Calzaba alpargatas de esparto como los lugareños, según su costumbre cuando estaba en el campo.
A ella se le vino a la cabeza que, por primera vez en la vida, lo veía contento y centrado en un proyecto. Aunque ella no pensaba compartirlo.
–Eso puede ser buena idea, es verdad que está muy de moda –repuso Marcy.
Pero él no continuó en su contumacia por meterla a ella en el negocio como Marcy se temía.
Manele degustó el liquido dulce de su copita y tomó una pasta de las que se elaboraban en un convento cercano y que era tradición de la casa comprar, para tomar como capricho, después de las comidas y entre horas.
–Qué buenas están –dijo–. Tomaros una.
Y repartió entre sus invitados, acercándoles una caja repleta de ellas que despedía un fino olor a mantequilla fresca.
El subdirector asintió.
–Exquisitas –y se volvió a Marcy–. Tú trabajaste con Nacho en Lank.
El hombre pasaba de los cincuenta, pero parecía mucho mayor, de pelo rubio, más bien ralo y largo, a Marcy le pareció que teñido. Lucía joyas de oro y gafas. Parecía un galán de otro tiempo, ya algo caduco.
Marcy se quedó parada. Todo el mundo supo en Greda que había sido ella quien había destapado el asunto del espionaje de Lank Corporate contra la Duxa.
–Sí –respondió Marcy.
–Nunca debí meterme en aventuras con ese menda. Traicioné a la Duxa, engañé a mi mejor amigo –dijo mirando a Manele–. Me busqué la ruina yo sólo.
El subdirector explicó que había conocido a Nacho al pertenecer los dos a la Asociación Internacional de la Empresa y que en las reuniones de la sociedad el ambicioso Nacho, así mismo lo describió el subdirector, le propuso que le pasara información sobre las actividades de la Duxa.
–Yo acababa de llegar a Brexals, recién muertos mis padres, estaba perdido y me dejé embaucar, macho. Ese siempre le tuvo envidia a Manele y consiguió ponerme a mí también en contra de él.
El subdirector se desahogaba recapitulando aquel período de su vida.
–Luego, Manele se lió con la zorra de Isabel y yo me fui metiendo más y más con Nacho, a espaldas de mis colaboradores de la Duxa. Me pagaban buen dinero, y me hacían caso, que era lo que yo más necesitaba.
A través de las gafas Marcy pudo ver que tenía los ojos enrojecidos. Tomó un sorbo del vino y miró a Arcadia.
–Y ahora aquí me tienen…, solterón y solo en la vida, a empezar de nuevo, como usted. Pero tengo un tesoro, mi amigo me ha perdonado. Como el gran hombre que es.

Gran perro es lo que ha sido conmigo”.

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