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lunes, 10 de noviembre de 2014

Marcy (172)

Pero ella no pudo reprimir la curiosidad y le preguntó por el estado de Lank Corporate.
El subdirector le explicó que la división financiera de la compañía terminó siendo un gigante con pies de barro. Que todo el negocio se basaba en información robada a la Duxa y que, en cuanto se vieron forzados a funcionar sin ella, se vinieron abajo como un castillo de naipes.
–Se habían acostumbrado a la buena vida. Ganaban tanto dinero fastidiando a la Duxa que ya no se molestaban en invertir en nuevas tecnologías. Ya era todo ingeniería financiera. Pero todo ficticio. No puedes hacer negocio si no tienes un buen producto detrás, todo se reduce a eso, chaval.
Miró a Manele
–Tienes que creer en tu producto, estar enamorado de él. Si no es así, no hay negocio que valga. Por eso yo ahora creo en esta bodega. Haremos el mejor vino de La Vitia.
–Me estáis poniendo los dientes largos –dijo Marcy, casi sin querer.
A ella, en realidad, siempre le había encantado aquella bodega. Ni siquiera le pareció en aquel momento apestoso y rancio el olor a vino que exhalaban todos sus rincones.
–Yo no te digo más, Marcy, tienes que verlo tú –apostilló Manele tan tranquilo.
A Marcy le causó la impresión que los dos amigos habían restañado sus heridas, que volvían a confiar el uno en el otro.
Se les veía muy compenetrados.
–Yo lo único que le digo a Manele –continuó el subdirector–, es que hay que quitar esos putos aditivos del caldo. Hay que luchar por esta denominación. Este vino, tal como sale de la uva, es de primera, no tiene nada que envidiar a ningún otro.
Manele se esponjaba, parecía flotar en su asiento.
–Mañana retiraremos todos esos tanques de esta heredad, macho. Y vamos a empezar desde cero.
Se había hecho tardísimo, eran las cuatro de la mañana, y se retiraron a dormir.
Llevaba un buen rato en la cama y aún no se había dormido, dando vueltas a la cabeza. Arcadia había caído rendida.
Sintió en la puerta de la habitación unos leves golpecitos y la abrió.
Era Manele. Como cuando eran novios y venía a buscarla, en medio de la noche, y salían por la puerta falsa, a retozar entre los viñedos.
Hace un tiempo hubiera matado por algo así, y lo tenía cuando ya no lo quería para nada.
–Qué haces aquí, ¿estás loco?
–Marcy, sal un rato, vamos.
–De ninguna manera, vete, déjame en paz.
Le resultaba atractivo, sí, pero no iba a volver a empezar, sería un disparate.
Ella cerró la puerta y oyó como él caminaba por el pasillo en dirección a su cuarto en el que dormían juntos en otros tiempos.
No sé si entraré en este negocio, pero volver contigo, eso nunca más”.

Y se metió en la cama sabiendo que eso era lo acertado, que podía dormir tranquila.

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