Novela gratis online para leer por entregas.


lunes, 11 de mayo de 2015

Marcy (198)


Comieron un rato, sin hablar. Cuando acabaron el bocadillo Marcy bajó la persiana de láminas y las inclinó con la varilla.
–Me molesta tanta claridad –dijo ella, volviendo a su sitio.
Se tomó un trago y volvió la cara hacia su amigo.
–Por cierto, vas a decirme una cosa Nacho. Dime que tú estuviste metido en el incendio del Zeol y no vuelvo a dirigirte la palabra en la vida.
Él se revolvió en su silla y apoyó los codos en la mesa, juntó las manos y apoyó en ellas el mentón.
–¿Eh? ¡Para, para, guapetona!
–No te hagas el tonto, ¿vale? –ella no le perdía la cara mientras él miraba de frente, hacia el parque–. Aparecieron los planos del Zeol Center en tu despacho del Trass Building.
Ella le soltó las palabras como una ametralladora.
–Te estás pasando de lista, profesora –dijo, sarcástico, volviendo la cara hacia ella–. Me estás acusando de una cosa muy gorda.
–Ya he visto tanto, Nacho, que ya no me asombro de nada.
Nacho parecía cada vez más nervioso.
–¿Acaso me está pidiendo explicaciones la profesora María Marcelina?
Él continuaba con su sarcasmo, ella sin inmutarse.
–Sólo quiero saber la verdad, yo a ti te apreciaba...
–Oye, lista, que eres tú muy lista. A mí me quisieron meter en el sabotaje del Zeol, mi propio director y ¿qué pasó? –el hablaba tan bajo que ella casi no le oía–, sólo que me costó el puesto en Lank Corporate.
–Dijiste que estabas de año sabático.
–Lo que estoy es en el puñetero paro.
Él volvió a apoyar el mentón y miró al frente.
–Así que ya lo sabes.
Marcy no sabía por dónde salir. Le pareció que Nacho se estaba sintiendo humillado ante ella, desempleado, fracasado. Vio como él bajaba la cabeza y se sujetaba la frente con las manos, como cuando estudiaba, de jovencito, para concentrarse.
–Pero has recuperado a tu familia, Nacho. No se puede tener todo a la vez, siempre tiene que haber algo que falle.
Él sacudió la cabeza y se puso de pié y fue a pagar a la barra. Salieron de la facultad y se despidieron en la puerta.
–Vendrán tiempos mejores, Nacho, ya lo verás.
–Hasta luego, profe.

Ella no dijo nada y se metió en su coche, lanzó su cartera hacia el asiento de atrás y se arrugó sobre el volante, exhalando un suspiro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario