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lunes, 2 de junio de 2014

Marcy (149)



Le sirvieron sólo un leve refrigerio al mediodía y lo consumió, con desgana, en presencia de una funcionaria. Cuando ésta se retiró, portando la bandeja, pasó el inspector y ocupó una silla enfrente de la suya.
–Miss Marcelina, tendrá que explicar qué ha hecho con la pasta.  Piense bien en lo que diga, porque hemos pillado a todos sus cómplices, están detenidos.
–Sólo hablaré en presencia de mi abogado –respondió Marcy con serenidad.
–Está bien, está bien. Mañana será puesta a disposición judicial.
El inspector se levantó con brusquedad y cogió el móvil de ella, lo guardó en un bolsillo, y se fue sin decir ni otra palabra.
A Marcy ya no le cabía ninguna duda sobre lo que estaba sucediendo.
De sobra sabía que había sido una loca imprudente confiando en Manele y en Román. Ahora, a ver cómo iba a apañárselas, porque sabía que Manele se la tenía bien guardada, por haberle rechazado. Y estaba cumpliendo sus amenazas.
Y ella, lo que le estaba pasando, se lo tenía bien merecido.
Pasaron siglos para ella en las escasas cinco horas que tardaron en llegar, pero no perdió ni un minuto, recapitulando en su cabeza todo lo que había ocurrido y lo que sabía por otras personas de las andanzas de aquellos truhanes.
Cuando se anunció que pasaba el abogado tenía en su mente, aprendido de memoria, todo lo que tenía que decirle acerca de lo sucedido. El letrado la informó de que, al igual que ella, habían sido detenidos Lucas y Sonia y que ésta podría ser extraditada a su país.
Había saltado el escándalo financiero aquella mañana, cuando el juez encargado de delitos económicos de La Unión había pedido la inmovilización de unas cuentas en un paraíso fiscal que estaba bajo sospecha. Ella era titular de alguna de ellas, Lucas también.
El juzgado había actuado así ante las denuncias de una serie de inversionistas a los que se les había negado el capital invertido, y Marcy además figuraba como firmante de contratos con los capitalistas, al igual que Sonia.
–García ya me ha dicho que usted ha firmado los documentos, engañada, Marcy –afirmó el letrado.
–No sé cómo he podido ser tan loca, pero yo…, yo jamás he tenido intención de robar, ni he robado, y voy a demostrarlo.
Explicó con todo detalle al abogado que firmó de buena fe aquellos papeles, confiada en que su marido captaba aquel dinero como donaciones voluntarias para países en desarrollo.
–Todo apunta a que su marido se ha involucrado en una estafa piramidal. Los inversores, llevados de su codicia, cayeron en el señuelo de una alta rentabilidad y él se iba quedando con los fondos. Hasta que estalló todo el pastel.

Una estafa, y la había involucrado a ella también.

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