Novela gratis online para leer por entregas.


martes, 3 de enero de 2012

Marcy (23)




La única ocasión en que su suegra se permitió un afecto con ella fue durante la celebración de las bodas de oro de los propietarios de la bodega. Se celebró en el mejor restaurante del pueblo coincidiendo con las fiestas de la vendimia, en un comedor subterráneo, excavado en la piedra.
Su suegra se había arreglado más de lo normal, se había colocado en la muñeca un pesado brazalete de oro con medallas, también de oro, y había ido a la peluquería, donde le habían hecho un cardado más alto de lo normal. También se había puesto más rojo de labios del acostumbrado, llegando a dejar unas estrías rojas sobre sus dientes superiores, que se veían a cada sonrisa.
Había arreglado a su marido con un traje que no le favorecía demasiado, y también le había indicado a Marcy la ropa que tenían que ponerse ella, Manele y los niños.
Incluso acudieron los padres de Marcy.
Invitaron también a algún familiar, al enólogo y a algunos de los empleados más antiguos, que les correspondieron con una bandejita de plata grabada con el número cincuenta y dos anillos entrecruzados.
Ella estaba que no cabía en sí. Se había puesto un vestido de flores grandes, ajustado, que lució regio cuando se puso de pie, junto con su esposo, y brindaron con el mejor de los vinos de la bodega.
El matrimonio joven se había sentado escoltando al mayor, Marcy al lado de su suegro y Manele al lado de la madre, en el centro de una mesa larga.
–Límpiese los dientes que los lleva manchados de barra de labios –le dijo Marcy, en voz baja, cuando volvió a sentarse la suegra con su bandejita entre manos.
La suegra levantó todo cuanto pudo el labio superior y se pasó la servilleta por los dientes.
–¿Está bien así, hija?
Marcy asintió.
Nunca la llamaba hija, ni siquiera la llamaba por su nombre.
Hablaban adelantando el cuerpo, con el suegro interpuesto.
–¡Estoy tan nerviosa que no sé lo que hago! Ya sabes el genio que tengo.
A Marcy le sonó a disculpa aquella frase y le sonó bien.
En la sobremesa, Marcy se sentó un rato al lado de sus padres.
–¿No lo ves? Lo bien colocada que estás en esta familia –dijo Amelia.
El padre asintió con un breve gesto de cabeza y dijo que el banquete no le había sentado bien, que había comido demasiado. Llevaba un tiempo quejándose, a cada poco, de molestias en la boca del estómago, no se sabía por qué, quizá a causa de sus malditos nervios.









No hay comentarios:

Publicar un comentario