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martes, 5 de marzo de 2013

Marcy (84)



–¿Se vive bien en la cima del mundo?
Román se sentó a su lado acercándole una dosis en una bandeja de plata mientras miraba por la ventanilla del avión el océano.
–Estupendamente, gracias a usted.
No se podía aspirar a más.
Rodeada de un selecto grupo de hombres y montada en un jet de lujo, hacia un destino exótico y con la maleta llena de bikinis a cual más espectacular, se repantigó en su butaca de piel blanca tomando la sustancia con los dedos y aspirándola con los ojos cerrados.
Después sorbió un buen trago de refrescante champán.
Observó durante un rato el entretenimiento de los caballeros, que revisaban por turno un book lleno de fotografías de mujeres espectaculares.
–Mire como se lo pasan Marcy, son como niños -dijo el arquitecto-. A todos nos gusta lo bueno.
Se levantó para coger el book y enseñárselo a Marcy.
–Señoritas de primera clase dispuestas a complacer el más mínimo deseo.
–¿Se merecen tantos estos caballeros? –preguntó ella, irónica.
–Tanto y más. Vivimos de los contratos que nos facilitan estos señores, Marcy. Se lo merecen todo. Y todavía no ha visto lo mejor, espere a llegar.
Eran altos funcionarios, todos importantes y con ganas de pasárselo bien. Contándola a ella, a Román, al piloto y a la azafata, viajaban dieciséis en total.
La moza les sirvió unos canapés y refrescos y al terminar, para sorpresa de Marcy, les obsequió con un provocativo striptease trabucado, de tanto en tanto, por las turbulencias en la aeronave.
Unos virajes casi acrobáticos y el aparato aterrizó en una pequeña pista rodeada de una exuberante vegetación. Descendieron y fueron recibidos por un individuo del tamaño de un oso que gastaba unas gafas negras que le cubrían la mitad de la cara. Román se dirigió a él y hablaron los dos un rato aparte de los demás. Después Román hizo una seña y todos le siguieron caminando un trecho por un sendero hasta un edificio enorme de planta baja.
Los introdujeron en una estancia acondicionada como un anfiteatro y se fueron sentando en las gradas. Después el de las gafas abrió una puerta y comenzaron a desfilar pedazo de hembras, desnudas, con un distintivo pegado en la espalda. Todas extraordinarias por su belleza y de todas las razas. Pasaron después algunos mozos jóvenes, también numerados. Cuando acabaron de salir quedaron alineados de cara a las gradas.
Román estaba sentado al lado de Marcy.
–Ahora voy a nombrar a cada caballero para que escoja lo que quiera, verá que divertido. El orden aquí marca el nivel de importancia. Eso les encanta.
Y fue señalando a cada uno, sin decir su nombre. Y ellos iban diciendo los números elegidos.
Y los que además de número llevaban un aspa roja eran vírgenes, le dijo Román. Fueron elegidos los primeros.
Cuando terminaron, los viajeros fueron conducidos en autobús a un complejo turístico de muchas estrellas y al poco llegaron las personas exhibidas.
–Ahora ya a gusto de cada uno. Éstos tienen que estar aquí en la recepción todo el tiempo hasta que les llamen –dijo Román.
Marcy no podía creer lo que estaba viendo.
–Oiga, no le dije nada a usted, pero, sírvase si desea alguno. ¡Pruebe!
Permanecieron en aquel lugar por tres días, pero Marcy se limitó a bañarse en la playa, tomar el sol y descansar en su cuarto viendo la televisión. Los hombres estaban demasiado ocupados como para reparar en ella.
Cuando partieron de vuelta comenzó a sentir por Román una mezcla de miedo y repulsión, que ocultó como pudo a golpe de falsas sonrisas de mujer de calendario.

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