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martes, 16 de abril de 2013

Marcy (90)



Pasó el día entero en el Hospital Central de Greda, en el servicio de urgencias, tumbada en una camilla, con Rafa a su lado y recibiendo medicación a través del suero. Las enfermeras entraban y salían cumpliendo sus funciones, hasta que entró el médico y revisó el historial que estaba a los pies de la enferma.
Dijo que ya podía irse de alta.
–Señora, todo ha resultado bien, sólo fueron necesarias unas pocas grapas para el cuero cabelludo, pero hay algo más. En la orina han aparecido alcohol, trazas de fármacos y agentes químicos ¿me explico?, en cantidades muy elevadas. Esto puede acarrearle complicaciones graves de continuar así.
A Marcy el informe del galeno la pilló desprevenida.
–La referiré a un colega que le pondrá un tratamiento sustitutivo y en un tiempo, con la ayuda necesaria, superará su problema –dijo el doctor, mirando a Rafa.
–De no ser así puede sufrir un nuevo colapso, o quizá algo peor.
Salieron con el nuevo tratamiento y con la prescripción del facultativo de permanecer en casa unos días en reposo y acompañada, y Rafa se ofreció para quedarse con ella como enfermero.
Llegaron al domicilio de ella y Marcy se lanzó al sofá. Rafa la tapó con la manta y le preguntó si quería una taza de cacao.
–Yo me ocuparé de usted, señorita, y vigilaré que los medicamentos se tomen como debe ser. Está muy delgada, mayormente tiene que comer bien y descansar.
Y ella, con la sensación de no poder más con el tren de vida que le iba dirigiendo a toda prisa hacia la nada, se dejó llevar por el bedel sin darle explicaciones.
–Adelante, me pongo en tus manos –dijo, con docilidad–, pero no quisiera ser un estorbo para ti, Rafa.
–De ninguna manera, señorita. Fundamentalmente es un honor para mí, ya lo sabe.
Él se quedó parado en el centro de la sala echándose una mano a la cabeza en su gesto característico de pensar. Correteó de un lado a otro y se fue a la cocina a hacer el cacao.
Marcy le conocía bien las manías, pero en aquel momento valoró más que nunca a su amigo, con sus manías y todo, y pensó que Rafa era mucho más inteligente de lo que ella había pensado, y sintió que a su lado iba a ser capaz de salir del atolladero en el que se había ido metiendo, casi sin darse cuenta, y que había estado a punto de costarle la vida.

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