Pasó el día entero en el Hospital Central
de Greda, en el servicio de urgencias, tumbada en una camilla, con Rafa a su
lado y recibiendo medicación a través del suero. Las enfermeras entraban y
salían cumpliendo sus funciones, hasta que entró el médico y revisó el
historial que estaba a los pies de la enferma.
Dijo que ya podía
irse de alta.
–Señora, todo ha
resultado bien, sólo fueron necesarias unas pocas grapas para el cuero
cabelludo, pero hay algo más. En la orina han aparecido alcohol, trazas de
fármacos y agentes químicos ¿me explico?, en cantidades muy elevadas. Esto
puede acarrearle complicaciones graves de continuar así.
A Marcy el
informe del galeno la pilló desprevenida.
–La referiré a un
colega que le pondrá un tratamiento sustitutivo y en un tiempo, con la ayuda
necesaria, superará su problema –dijo el doctor, mirando a Rafa.
–De no ser así
puede sufrir un nuevo colapso, o quizá algo peor.
Salieron con el
nuevo tratamiento y con la prescripción del facultativo de permanecer en casa
unos días en reposo y acompañada, y Rafa se ofreció para quedarse con ella como
enfermero.
Llegaron al
domicilio de ella y Marcy se lanzó al sofá. Rafa la tapó con la manta y le
preguntó si quería una taza de cacao.
–Yo me ocuparé de
usted, señorita, y vigilaré que los medicamentos se tomen como debe ser. Está
muy delgada, mayormente tiene que comer bien y descansar.
Y ella, con la
sensación de no poder más con el tren de vida que le iba dirigiendo a toda
prisa hacia la nada, se dejó llevar por el bedel sin darle explicaciones.
–Adelante, me
pongo en tus manos –dijo, con docilidad–, pero no quisiera ser un estorbo para
ti, Rafa.
–De ninguna
manera, señorita. Fundamentalmente es un honor para mí, ya lo sabe.
Él se quedó
parado en el centro de la sala echándose una mano a la cabeza en su gesto
característico de pensar. Correteó de un lado a otro y se fue a la cocina a
hacer el cacao.
Marcy le conocía bien las manías, pero en
aquel momento valoró más que nunca a su amigo, con sus manías y todo, y pensó
que Rafa era mucho más inteligente de lo que ella había pensado, y sintió que a
su lado iba a ser capaz de salir del atolladero en el que se había ido
metiendo, casi sin darse cuenta, y que había estado a punto de costarle la
vida.
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