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jueves, 15 de diciembre de 2011

Marcy (19)


Ya eran finales de diciembre, y se acercaba el momento de la temida separación. Manele, que ni siquiera consideró la posibilidad del traslado de su familia al completo, preparaba su partida, que tendría lugar en los primeros dias del nuevo año.
Ella se quedaría en Mazello, con los hijos.
Sentía que su marido estaba más distante de ella que nunca, que lo estaba perdiendo.
Se acercaba la Navidad y era ya la última cita del año, con sus amigas, en el Café de la Esquina, hasta después de Reyes.
Ya les había contado, por teléfono, la noticia del traslado de Manele, al día siguiente de la cena de la compañía. Y ellas habían quedado impactadas, sobretodo Isabel, que no podía creérselo.
Marcy no disimuló su pena.
–No te lo tomes así, mujer, nos tienes a nosotras –el consuelo de Laura no logró levantar su ánimo.
Isabel, aunque lucía perfecta, como era habitual en ella, estaba como distraída, absorta, fumando un cigarrillo.
–Eso mismo, Marcy –apostilló sin convicción.
La reunión no tuvo, en esa ocasión, la gracia chispeante de otras veces.
Tomaron su café, cada una en su silencio, cuando Laura le reclamó a Marcy por algo que había visto bajo la manga de su suéter.
–No es nada, Lau…, voy un momento al cuarto de baño.
Se encerró en el váter y tomó una pequeña cantidad de maquillaje permanente, que siempre llevaba en el bolso, y disimuló como pudo las marcas.
Tuvo la intuición de que debía esperar un buen rato, por si alguien la aguardaba fuera.
Al salir, estaba Laura en la zona de lavabos.
–¿Cómo que no es nada, Marcy? A ver… ¡enséñame los brazos!
Al ver la inminencia con que iba a ser descubierta, Marcy bajó con fuerza los puños de su jersey.
–Doña Laura la perfecta. ¡Métete en tu vida de familia feliz y déjame en paz!
Su amiga se quedó parada, perpleja, y farfulló algunas palabras atolondradas, de disculpa. Al momento, salieron las dos del cuarto de baño, con Marcy por delante, haciéndose la desentendida.
Marcy sabía que no tenía derecho a tratarla así, que Laura llevaba razón de pedirle explicaciones.
Poco después, las tres abandonaban el local y se despidieron, deseándose felices fiestas con forzado entusiasmo.






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