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jueves, 17 de noviembre de 2011

Marcy (11)




Con el tiempo acabó por reconocer su error por la manera artera con la que consiguió su primer embarazo.
Recién casados, Manele no quería, ni de lejos, convertirse en padre.
Al poco de instalarse en Mazello, la empresa le ofreció un traslado a un país lejano, cuyo nombre Marcy nunca llegó a aprender. Ella no quería marcharse de ninguna manera.
Además, ya terminada la carrera, y aún conviviendo con sus padres, ella había cogido la costumbre del juego.
Un día, sin mayor motivo, entró en un salón próximo a su casa y consumió en una máquina tragaperras todo el dinero que llevaba para hacer la compra. Justo cuando metió la última moneda que tenía, pensando en la excusa que iba a dar a su madre, por ejemplo que le habían robado el monedero en el bus, la máquina le concedió el premio máximo, saltando las monedas con tal violencia y celeridad que rebasaron por encima del cajetín cayendo algunas de ella al suelo.
Las recogió todas y entró en una sucursal bancaria, para cambiarlas por billetes, y después entró en una boutique de moda, de las más exclusivas de Greda, y se compró ropa interior de firma.
Desde entonces, quedó enganchada.
Cada vez quería más ropa de lujo, y tenía que jugar para obtenerla.
Salía, cada mañana, a buscar empleo, con su currículo debajo del brazo, pero aquel trabajo no llegaba nunca. Era el pretexto para echar el tiempo jugando.
Sacaba el dinero a sus padres, con la disculpa de matricularse en cursos de idiomas o cosas semejantes, pero aquel dinero se transformaba en monedas, que terminaban engullidas, en fila india, por las máquinas de juego.
Llegó a engañar a sus padres, e incluso a Manele, cuando eran novios, diciendo que trabajaba llevando la contabilidad de una comunidad de vecinos.
Todo mentira, y le remordía la conciencia.
Y para acabar empezó a tener celos de Manele, celos profesionales y celos por las mujeres que le merodeaban en su trabajo y en la finca de los padres de él.
Para salir de aquel atolladero decidió quedarse embarazada, en contra de la voluntad de su marido. Dejaría su ficticio trabajo para ocuparse del niño y evitaría marcharse al extranjero.
No había otra solución.

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