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martes, 29 de noviembre de 2011

Marcy (14)




La cena en el famoso restaurante CityCent prometía. Marcy ya había asistido en otras ocasiones a eventos de la Duxa Limited, pero aquella noche iba a ser especial, se esperaba a la plana mayor de la compañía.
Una larga y engalanada mesa, dispuesta con todo lujo, esperaba a los distinguidos comensales. La vajilla y la mantelería, de primera clase y, delante de cada plato, un conjunto de copas de cristal finísimo.
El grupo fue reuniéndose en el bar de la entrada, después pasaron al comedor y tomaron asiento cada uno en el lugar indicado en su respectiva tarjeta, los empleados a un extremo de la mesa y los acompañantes al otro. A Marcy le correspondió bastante lejos de Manele y a su mismo lado de la mesa, de manera que sólo lo veía de vez en cuando, según el movimiento de las cabezas que los separaban. Observó que, enfrente de él, se había sentado Sonia.
Las damas parloteaban conversaciones banales, que Marcy apenas oía, pendiente como estaba de las evoluciones de su marido. Los niños y la casa eran los tópicos preferidos en aquella clase de eventos; las señoras hablaban que mareaba, todas a la vez. Marcy metía baza, de tanto en tanto, por no desentonar.
–Marcy –le dijo la esposa de uno de los ejecutivos, con retintín–, se le ve a Manele embelesado con Sonia.
La señora revolvió en la herida con perfidia, mientras Marcy advirtió en sus ojos una curiosidad morbosa por ver la reacción a sus palabras. Las otras prestaban atención.
–¡Son tan trabajadores! No puedes acercarte a ellos, porque no hablan más que de la empresa –respondió Marcy con poca fe en haber logrado borrar el efecto de las palabras de la dama.
Vieja bruja, cacatúa, marrana”. De buena gana le hubiera vaciado la jarra de agua de diseño encima de su terrible peinado, pasado de moda.
Miraba a hurtadillas, en cuanto podía, en dirección a su esposo, observando con disimulo a Sonia, que parecía dispuesta a arrasar con sus armas de mujer.
La ejecutiva prestaba atención a sus compañeros como si fueran superhombres, pero, sobretodo, estaba atenta a Manele. Se disculpó para ir al baño, mostrando, a la vista de todos, su trajecito negro mínimo, que dejaba ver sus magníficas piernas. Al regresar, mientras se inclinaba para acomodar su bolso, descubrió, entre las solapas de la chaquetilla, dos porciones de pecho exuberantes. No había movimiento de la rubia platino que Marcy no observase, en una danza que percibía estudiada a la perfección y destinada a conquistar a su marido.
La divina rubia platino estaba en la cima de su seducción.
Marcy tuvo que hacer uso de toda su sangre fría para controlarse, mientras hablaba intrascendencias con sus compañeras, casi sin saber lo que decía.
Se fueron disponiendo los manjares, presentados en platos enormes, que más parecían obras de arte que alimentos. En otra circunstancia, Marcy habría valorado mucho aquellas viandas, pero en aquel momento todo se le antojaba extraño, como formando parte de una función de teatro de la que ella era apenas figurante.

ES FICCION TODO PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA

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