Novela gratis online para leer por entregas.


martes, 8 de noviembre de 2011

Marcy (8)

Arturo, su padre, trabajador de una industria del metal, había pasado rachas muy malas en su vida activa. La jubilación y la llegada de los nietos le habían cambiado mucho, y aún más, la prohibición tajante de beber alcohol que le indicó su médico.
Pero su hija recordaba bien cuando regresaba del bar, cansado del trabajo, y con muchos vasos de vino de más. Sin que se supiera porqué, cuando Marcy era una jovencita, una adolescente, el padre empezó a ser alcohólico.
Aunque ya Marcy y su madre estuvieran acostadas, llegaba él dispuesto a organizar una escena. Se levantaba la madre a darle la cena y, por cualquier motivo nimio, comenzaba a vocear.
Se asustaba mucho con las discusiones de los padres y se tapaba los oídos con todas sus fuerzas para atenuar los gritos. Alguna vez el padre terminaba en el cuarto de Marcy y la sacaba de la cama para continuar la pelea.
–¡Mira a tu hija!, no me convencerás de que es mía. ¡No se parece en nada a mí!
Cuando sacaba a relucir este tema, quería decir que venía pero que muy enfadado, y Marcy se moría de miedo a que pudiera pegarla.
–¡Mírala!, la hija única consentida
A veces la zarandeaba, o la empujaba, o le daba unas cuantas bofetadas, según como tuviera el día.
Los esfuerzos de la madre por defenderla no servían de mucho.
Alguna vez, hasta se había meado encima mientras su padre rastreaba cada rasgo de su cara, en busca de la prueba definitiva.
Cuando tenía el ataque de celos no había nada que hacer.
Después de aquello se iban los dos a otro lado, a seguir la discusión, y Marcy se quedaba en su cuarto, tumbada boca abajo en la cama, llorando horas y horas, sin entender qué es lo que estaba pasando. Pensando que si fuera más buena o más guapa o más lista, o si hubiera sido un niño, su padre la hubiera querido.
Incluso, durante un tiempo, se empeñó en llevar el cabello casi rapado y vestir siempre pantalones y dijo que quería ser obrera metalúrgica.
El padre, al día siguiente de aquellos escándalos, regresaba del trabajo triste, con la mirada gacha. Sentaba a su hija sobre sus rodillas y la apretaba muy fuerte.
Marcy sentía que su padre estaba arrepentido de corazón.
–A ver, cariño, dime lo que vas a ser de mayor.
Y ella decía muchas, muchas veces, “obrera metalúrgica, como tú”, y él reía y lloraba a la vez. Y Marcy se sentía tan feliz en ese momento que no paraba de decir “obrera metalúrgica”, para alegrar a su padre y que pudiera llegar a quererla algún día.
Recordaba aquello cada día de su vida y aun más cuando visitaba a los padres.
Por suerte, todo había cambiado tanto que aquel pasado parecía una loca pesadilla. Sólo permanecían, como testigos mudos de todo aquello, los mismos peluches, ya viejos, sobre la misma cama, pero su propietaria ya había crecido y se había ido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario