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martes, 22 de noviembre de 2011

Marcy (12)




Manele regresó de su viaje trascurrida una semana de su partida, tan tarde, que Marcy y sus hijos ya estaban acostados. Ella, contrariando su deseo, se mantuvo inmóvil, casi conteniendo la respiración, fingiendo el sueño. Notó como él se introducía en la cama, sigiloso, sin encender la luz, y se dormía a los pocos segundos.
Cuando se despertó al día siguiente, él ya se había ido. Se levantó, se aseó con rapidez y se colocó un discreto modelo de falda y suéter ajustado, con botas a la rodilla, marcó sus ojos y labios levemente y dejó su pelo suelto, ondulado, sobre la espalda.
Aquella mañana se sentía bien, pletórica. “Voy a tomar las riendas de la situación”.
Tras llevar a los niños al colegio realizó la compra, con la intención de preparar una cena sorpresa para dos. Adquirió algunos artículos más exclusivos de lo habitual, un pequeño envase de caviar, medallones extra de solomillo y frutillas exóticas, además de una botella de vino rosado.
Fue después a jugar unas monedas, resultando una nada exigua ganancia de cincuenta euros. “Hoy me planto aquí”. Aquel día estaba de buen conformar.
Retornó a casa para disponer la compra en el frigorífico y preparó una salsa ligera para acompañar la carne.
Tenía pensado acudir al trabajo del marido a la hora de la salida para darle una sorpresa, aprovechando que los viernes salía de su trabajo a las tres.
Colocó sobre su ropa el abrigo nuevo y ajustó el cinturón con un nudo doble. Largo por encima de la rodilla, al ras de la falda, le daba un aspecto a la vez juvenil y exclusivo. Se le adaptaba tan bien que parecía hecho a la medida. Al pasar delante del espejo se detuvo admirando el resultado, la estilizaba.
Tomó un ligero tentempié y se dirigió al centro en el autobús, parando en las inmediaciones del trabajo de él. Se acercaba la hora de salida y se fue aproximando al Zeol Center, deteniéndose a unos metros de la puerta principal, cuando comenzaban a salir los empleados.
Una ejecutiva escultural, rubia platino, apareció en aquel momento, bromeando divertida con alguien que la acompañaba y que apareció detrás de ella con semblante risueño. A pesar de la distancia y el tumulto, reconoció que quien escoltaba a la rubia platino era su marido. Marcy, de manera instintiva, se acogió a la vera de una farola para no ser vista por la pareja y poder dominar su coraje.
Los vio marchar, despreocupados, por la acera, de espaldas a ella, deteniéndose un trecho más allá, mientras proseguían su animada charla.
Tengo que salir al ruedo y dar la cara”. No iba a asustarse por una rubia platino de nada.
Decidida, comenzó a andar detrás la pareja, dijo el nombre de su marido y él se volvió.
–Marcy, ¿qué haces tú por aquí?
Su expresión dejaba traslucir un enfado mal disimulado.
–Perdona Sonia –dijo a su colega, que esperaba a unos pasos de distancia–, trataremos con detalle ese asunto el próximo lunes ¡Ciao!
Apenas la otra se despidió y tomó un taxi, Manele empezó a destilar su rabia contra ella.
–¿Para qué demonios vienes aquí a ponerme en ridículo delante de la gente? Sabes que no me gusta –. Él estaba empezando a exaltarse.
–Cariño, quería darte una sorpresa. Hoy es el aniversario de nuestra primera vez.
Traía pensada esa justificación, pero no le salió con el punto erótico, convincente, que traía preparado.
Tenía que mantener el tipo a pesar de todo.
–¿Y ese abrigo?, ¿de dónde lo has sacado?, no lo habrás comprado, ¿verdad? no estamos para esos lujos.
–Bueno…–balbució ella–, mis amigas me animaron a comprarlo, pensé que te gustaría.
–Aunque la mona se vista de seda...
Marcy se sintió absurda, disfrazada, tonta perdida. No había acertado.

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